sábado, 16 de abril de 2011

El suelo del desierto


- “¿Qué es, comandante Lawrence, lo que tanto le atrae del desierto?
- Está limpio.”

Así de claro se expresaba Peter O’Toole en Lawrence de Arabia, la superproducción épica de David Lean de 1962, y no le faltaba razón, está todo tan limpio que no hay casi nada. Estos paisajes son muy inhóspitos, vastas extensiones de terreno donde apenas hay vida, ni animal ni vegetal, a excepción claro está, de los oasis, en los que hay agua y por tanto las plantas crecen, los animales abrevan y los humanos beben.

Pero volvamos al desierto puro y duro, fuera del oasis. A nadie se le escapa el hecho de que hay mucha arena, hace mucho calor, llueve poco, todo está muy seco y no hay de donde sacar agua. Estas observaciones que se pueden hacer con un mínimo de sentido común, llevadas al ámbito de la edafología se convierten en parámetros importantes para el estudio de la formación de suelos en estos lugares.

Las arenas son granos de material más o menos grueso y esto hace que la estructura del suelo no sea muy compacta, sino más bien suelta. Esto se traduce en que queda mucho espacio entre las partículas y que por tanto el agua que cae en la superficie del suelo se puede filtrar rápidamente a estratos más profundos. Esta estructura también hace difícil físicamente el enraizamiento de las plantas, que sumado a que el agua no esté disponible cerca del horizonte superficial explica la escasez de vegetación. Sólo determinadas plantas, como por ejemplo los cactus, que han desarrollado mecanismos fisiológicos adaptados al entorno pueden dejarse ver en estos paisajes.

Por otra parte la combinación de escasas lluvias y altas temperaturas tienen como consecuencia el hecho de que la evaporación es muy alta y la erosión hídrica muy fuerte debido a que el agua cae con mucha fuerza sobre un material muy seco. Esto trae consigo por un lado que se retenga poca agua y que abunden las sales, que quedan precipitadas al evaporarse el agua.

Según distintas zonas se pueden encontrar diferentes tipos de suelos, pero sin duda el más típico de los parajes desérticos es el Aridisol, denominación según el sistema de clasificación de la Soil Taxonomy (USDA). Se trata de un suelo con un horizonte superficial de escasísima vegetación, muy pobre en materia orgánica y de textura arenosa, lo cual implica, como hemos visto, una gran permeabilidad y capacidad de drenaje. Teniendo en cuenta que el clima de estas zonas se caracteriza por escasas precipitaciones, si además lo poco que llueve el suelo apenas lo retiene, se explica así la escasez de agua en estos entornos.


Se complementa este artículo con el corto documental Los secretos de las arenas, sobre el desierto de Atacama, al norte de Chile, que se puede ver a continuación.